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“La vida sexual en el antiguo México”. Revista La Aventura de la Historia, Nº 317, 2025.

Uno de los aspectos más desconocidos de los antiguos mexicanos es su sexualidad, de la que apenas existen referencias en el arte o en la literatura, al contrario de lo que ocurre en otras sociedades también prehispánicas como la andina o la de sus vecinos, los mayas. Por ejemplo, la cerámica mochica, de sobra conocida, es un catálogo de posturas eróticas realizadas con gran realismo. Estos huacos eróticos, que así se les denomina, representan masturbaciones en individuos vivos y “muertos”, todo tipo de cópulas, felaciones y relaciones homosexuales, también existen huacos con forma fálica y de vulva; o, como decimos, los más cercanos mayas que también ofrecen excelentes ejemplos rupestres y cerámicos, de gran expresividad, aunque no tan abundantes como en el caso andino. Sin embargo, al reflexionar sobre los nahuas, los habitantes del centro de México, lo que muestran es una sociedad moralista y estricta, donde no hay sitio para la lujuria ni el deseo. Allí solo tiene cabida el recato y la contención, el ayuno y la abstinencia. Pero, finalmente, los explícitos mochicas o los hedonistas mayas comparten con los nahuas la necesidad de enmarcar sus actos sexuales en el complejo ritual, donde el simbolismo de la fertilidad, la ofrenda y el sacrificio eran parte fundamental del mismo. Arte, simbología y abstracción se dan la mano para interpretar las necesidades de un mundo eminentemente agrícola, cuya dependencia del favor de los dioses para obtener el sustento, implicaba coitos y otras prácticas sexuales individuales o grupales que, dentro del ritual, se convertían en metáfora perfecta de la fertilidad de la tierra.

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