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“Paquimé, una ciudad de adobe en el desierto de México”. Revista National Geographic Historia, Nº 241, 2024.

Sobre la neblina titilante del desierto de Chi-huahua, en el norte de México, se erige una vasta ciudad de adobe cuyos edificios simulan dunas ondulantes, serpientes y aves decapitadas, testigos mudos de ritos ancestrales y de la perfecta comunión entre el hombre y el medio. Se trata de Paquimé, también llamada Casas Grandes.
El primer europeo que la contempló fue el conquistador Francisco de Ibarra durante la expedición que llevó a cabo por el norte de Nueva España en 1564. Baltasar Obregón, en su crónica del viaje, escribió que lo que más impresionó a los españoles fueron el tamaño y el refinamiento de las construcciones residenciales de Paquimé: había «casas de mucha grandeza, altura y fortaleza, de seis y siete sobrados [pisos], torreadas y cercadas a manera de fuertes para amparo y defensa de los enemigos; tienen grandes y hermosos patios losados con grandes piedras a manera de jaspe, las paredes enjalbegadas y pintadas de muchos colores».

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